Valorar mis despertares,
el frío que me quema la garganta.
Ponerme el gorro rojo,
cruzar sin pisar las rayas.
Olvidarme por un segundo de mi
y escribir como si no hubiese mañana.
Mantener a raya a mis siete.
Que se haga el silencio en mi mente.
Seguir en el diecinueve,
no cambiar las esencias.
Y quien revuelva el vaso de arena
que siga cuando pase el huracán
y sólo queden mis tormentas.